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Lo que destapó el “caso Gastón Garatea”

Publicado: 2012-05-17

Por JMR (17-05-12).- No sabemos si los dos protagonistas, el activo (cardenal Cipriani) y el pasivo (P. Gastón Garatea), imaginaron la polvareda que se iba a armar tras la “no renovación de licencias ministeriales” al segundo por parte del arzobispo de Lima Metropolitana. Probablemente lo imaginaron (uno temiendo, otro esperando) pero no creo que pensaran que la magnitud iba a ser tal, pues todo da a entender que estamos en camino ascendente, que no se ha llegado, ni mucho menos, a la cresta de la ola.

Algunos comentaristas sí lo intuyeron cuando analizan las peculiaridades del caso y viendo tanto la personalidad del sancionado (un religioso sumamente conocido y público) como la del cardenal, que frecuentemente está en el ojo de la tormenta y ha sido blanco de muchas críticas en los últimos años.

Y en este punto anterior quiero centrar mi reflexión: en lo que hay detrás o destapa este “terremoto eclesial” ocurrido en nuestra capital. Para entenderlo mejor recordemos que el terremoto del Sur, el 15 de Agosto del 2007, entre otras cosas, destapó la falacia en torno a “La región Ica como modelo e ideal de desarrollo porque no había desempleo”. Al caerse las paredes todos fuimos conscientes de que esas viviendas no habían mejorado nada –ni por fuera ni por dentro-, que los sueldos con las justas daban para comer y poco más. Peor aún, nos enteramos que la calidad de vida de esas familias “esparragueras” era igual o inferior a antes pues al quedar los niños solos en casa todo el día había bajado la calidad de la alimentación, la salud, la educación y otras cosas…

Pues muy bien, muchos podrían pensar que al tener una “iglesia moderna” (que se informatiza y usa los medios de comunicación, por ejemplo) tenemos una iglesia más actual y a tono con el mundo en que vivimos. El “caso Gastón Garatea” nos ha desnudado como iglesia.

1)En primer lugar, nos ha mostrado una iglesia (representada por el cardenal Cipriani) que piensa que vive en una burbuja aséptica, en un espacio “al vacío”, y no inmersa en la sociedad y la cultura del siglo XXI, que puede seguir haciendo lo que cree es correcto sin importarle para nada el cómo lo ven y lo sienten los demás. Probablemente por eso no va a entender que dentro de la protesta participen un buen número de personas que no son católicos practicantes, que no son cristianos o incluso ni creyentes. Y simplemente se tranquiliza ese sector de la iglesia diciendo que “han politizado el caso”. Esa ceguera nos causa un gran daño a la iglesia en este momento pero mucho mayor a largo plazo.

Hoy tenemos que entender que no sirve el decir que "la iglesia no es democrática, que es jerárquica", para justificar actitudes intolerantes y autoritarias que están totalmente obsoletas y que, por lo tanto, ni creyentes ni no creyentes con un mínimo de sentido de la ubicación lo pueden aceptar. Ojala las firmas de muchas personas (tan plurales, tan diversas) ayuden a ver a ese sector de la iglesia que no es fundamentalmente problema de izquierda o de derecha sino problema de sentido común, de situarse en el momento que estamos viviendo y en los valores que hoy son incuestionables. De lo contrario, a la larga, nos ocurrirá como en otras latitudes: tendremos las iglesias frecuentadas sólo por personas de la tercera edad (con todos los respetos para ellas, yo soy uno) y de “menores de edad” religiosos, que tienen prohibido pensar y dicen SI a todo.

2) En segundo lugar, desde un punto de vista religioso nos ha desnudado frente a los demás mostrándonos como minusválidos religiosos, como miembros de una sociedad en la que no hay posibilidades de pensar distinto, de actuar distinto, donde no hay derechos y donde sigue siendo verdad suprema aquello de que “el que obedece nunca se equivoca”. Por supuesto que con esa obediencia iremos al cielo (¡porque Dios es bueno y nos salva!) pero no nos realizaremos como personas, que fue su voluntad al hacernos inteligentes, libres y responsables (“a su imagen y semejanza”). Para toda persona medianamente culta (no sólo por los cartones) ese tipo de iglesia tan vertical le produce alergia, cuando menos.

Y no podemos darnos esos lujos. No entro ya a reflexiones eclesiales en positivo, a mirarnos en el evangelio, en las comunidades del Nuevo Testamento, en la “Iglesia Pueblo de Dios” del Vaticano II… Simplemente con una mirada sociológica elemental y un poco de sentido común es suficiente para darnos cuenta de que hay cosas “que ya fueron” (o que debían haber sido). ¿Aprenderemos la lección? Ojalá.


Escrito por

Asunta Montoya

Crítica, Inquieta, inconforme y un poquito creativa. Tejedora de una comunicación solidaria y de una política desde la ciudadanía. Nací en Amazonas y soy latinoamericana. Estudié periodismo en Jaime Bausate y Meza; y Ciencias Políticas en FLACSO-Ecuador. Pero,


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